Talleres De Profundización
Comprensión lectora # 1
Docente: Shirley Sayas
Nombre:
_________________________________________ grado: ___________
Fara Y El
Viejo Cocodrilo
Érase una vez dos
hermanas, Rapela y Fara, que vivían en Madagascar y gustaban de jugar a la
orilla del río. Tan sólo de vez en cuando la madre les daba permiso, pues
muchos cocodrilos rondaban por aquellos parajes. Un día, tanto le suplicaron
Rapela y Fara, que no supo la buena madre negarles el permiso; accediendo a sus
preces, así las amonestó:
-Vayan, pero guárdense de
burlarse de Ikakinidriaholomamba. El viejo cocodrilo -añadió la madre- tiene
muy mal talante y el peor de los genios; si se mofan él, las devorará.
Las dos hermanitas
prometieron obedecer, y se fueron alegres para jugar con las piedras del río.
Muy pronto
Ikakinidriaholomamba asomó entre los cañaverales para distraer su ocio con el
juego de las niñas; éstas lo vieron y como, en verdad, el viejo cocodrilo era
enormemente feo, Fara, que había olvidado los consejos de su madre, exclamó:
¡Oh, oh, qué viejo está padre Cocodrilo!
¡Y qué cabeza tan hundida!
¡Y qué ojos tan hinchados!
¡Y qué vientre tan lleno de arrugas!
¡Y cuántas escamas tiene en su cuerpo!
¡Y qué cabeza tan hundida!
¡Y qué ojos tan hinchados!
¡Y qué vientre tan lleno de arrugas!
¡Y cuántas escamas tiene en su cuerpo!
Por lo que
Ikakinidriaholomamba, enfurecido, trepó hasta la orilla para alcanzarlas; mas
ellas corrieron, ligeras como galgos, llegando salvas al hogar.
-Bien, hijitas, bien
-preguntó la madre- fueron prudentes y cautas, ¿no es cierto?
-¡Oh, mamá! -contestó
Rapela-. ¡El viejo Cocodrilo intentó zamparse a Fara!
-¡Ah! -exclamó la madre
moviendo la cabeza-. ¡Fara se habrá burlado de él! ¡Es menester saber moderar
la lengua, hijitas mías!
A la mañana siguiente,
las hermanas retornaron al río y nuevamente emprendieron sus juegos con las
piedrecillas de la orilla.
Rapela se divertía mucho,
sin cuitas de ningún género; mas Fara, intranquila con el recuerdo de las
burlas del día anterior, contemplaba a Ikakinidriaholomamba que, ojos cerrados,
permanecía tumbado a lo largo de un tronco de árbol.
Era horriblemente feo, y
Fara, sin poderse contener, se dijo de nuevo entre dientes:
¡Oh, qué viejo está padre Cocodrilo!
¡Y qué cabeza tan hundida!
¡Y qué ojos tan hinchados!
¡Y qué vientre tan lleno de arrugas!
¡Y cuántas escamas tienen en su cuerpo!
¡Y qué cabeza tan hundida!
¡Y qué ojos tan hinchados!
¡Y qué vientre tan lleno de arrugas!
¡Y cuántas escamas tienen en su cuerpo!
Mas esta vez fue la
vencida, ya que el Cocodrilo le echó el diente y la engulló.
En vano la desventurada
Rapela imploró al monstruo para que le devolviese a su hermana; aquél se había
sumergido ya en la corriente, dejándola triste y sin consuelo.
Los padres de Fara
corrieron a la orilla y, llegados al lugar, la madre así imploró al viejo
Cocodrilo:
-¡Oh, Mamba, devuélvenos
a Fara! ¡En verdad ella fue muy mala, pero es tanta nuestra angustia que bien
podrías devolvérnosla!
A lo que
Ikakinidriaholomamba respondió, imitando la voz de Fara:
-Sí, sí, buena señora.
Acudan en busca de su Fara. Pero Fara tiene la lengua muy larga.
Busquen a Fara. ¡Y qué cabeza tan hundida!
Busquen a Fara. ¡Y qué ojos tan hinchados!
Busquen a Fara. ¡Y qué vientre tan lleno de arrugas!
Busquen a Fara. ¡Y cuántas escamas tiene en el cuerpo!
Busquen a Fara. ¡Y qué ojos tan hinchados!
Busquen a Fara. ¡Y qué vientre tan lleno de arrugas!
Busquen a Fara. ¡Y cuántas escamas tiene en el cuerpo!
"Así hablaba la
niña, ¿no es cierto?"
La pobre madre quedó
abatida ante tal réplica y, dirigiéndose a su marido, le dijo:
-¡Háblale tú al
Cocodrilo, a ver si lo convences!
Entonces el padre de Fara
gritó:
-¡Oh, Mamba, devuélvenos
a Fara! ¡En verdad, ella fue muy mala, pero es tanta nuestra desdicha que bien
podrías compadecerte y devolvérnosla!
Mas Ikakinidriaholomamba
le respondió:
" -Sí, sí, mi viejo.
Acudan en busca de su Fara. Pero Fara tiene la lengua muy larga.
Busquen a Fara. ¡Y qué cabeza tan hundida!
Busquen a Fara. ¡Y qué ojos tan hinchados!
Busquen a Fara. ¡Y qué vientre tan lleno de arrugas!
Busquen a Fara. ¡Y cuántas escamas tiene en el cuerpo!
Busquen a Fara. ¡Y qué ojos tan hinchados!
Busquen a Fara. ¡Y qué vientre tan lleno de arrugas!
Busquen a Fara. ¡Y cuántas escamas tiene en el cuerpo!
"Así hablaba la
niña, ¿no es cierto?"
Los desventurados padres
estaban descorazonados, cuando la madre propuso:
-¿Y si le ofreciéramos
algo a cambio de Fara?
-Ofrezcámosle un buey
-dijo el padre. Y la madre voceó:
-¡Oh, Mamba! Un buey te
daremos por Fara.
Ikakinidriaholomamba se
dirigió a su prisionera y le dijo:
-Contesta a tu madre, que
estoy muy cansado.
Y Fara gritó:
-¡Madre, mi buena madre,
Mamba no quiere aceptar!
Entonces el padre,
mejorando la oferta, clamó:
-¡Oh, Mamba, diez bueyes
te daremos por Fara!
Y Fara, nuevamente,
gritó:
-¡Padre, querido padre,
Mamba no quiere aceptar!
Rapela contempla a sus padres
y ofrece:
-¡Oh, Mamba, veinte
bueyes te daremos, si me devuelves la hermana!
Y Fara también esta vez
contestó:
-¡Rapela, mi dulce
hermana, Mamba no quiere, no!
Entonces la madre,
desesperada, clamó fuertemente:
-¡Oh, Mamba, cien bueyes
te daremos por nuestra Fara!
El viejo Cocodrilo, que
era muy glotón, pensó que cien bueyes bien valían el rescate de una niña, y
murmuró:
-Bien, bien; me place la
oferta; preparen los cien bueyes.
Y Fara, llena de
contento, desde el vientre del Cocodrilo contestó:
-¡Madre, oh madre, Mamba
aceptó ya!
Rapela y sus padres
corrieron a la villa con harta turbación, porque ellos tan sólo poseían veinte
bueyes. Fueron al encuentro de parientes y amigos, y éstos, para que no se
menoscabara el rescate de Fara, les prestaron cuantos bueyes hubieron menester
para completar la oferta.
Los aldeanos reunieron
los cien bueyes y se dirigieron hacia la ribera.
Así que el viejo
Cocodrilo divisó al rebaño soltó a Fara para aproximarse a la orilla, pero los
labriegos habían colocado a la cabeza del rebaño al toro más poderoso y feroz;
éste se lanzó sobre Ikakinidriaholomamba y con sus enormes cuernos le vació los
ojos; cundió el ejemplo y los demás bueyes lo pisotearon hasta darle muerte
cruel.
Así el viejo Cocodrilo
halló un muy desgraciado fin, quedándose sin un solo buey por haber apetecido
muchos.
Cuando Fara, se vio
nuevamente bajo el techo del hogar, se hizo el propósito firme de no hablar más
de la cuenta en lo futuro y de medir las palabras en el resto de sus días.
Fara y el viejo cocodrilo
Anónimo
Anónimo
Contesta los siguientes
interrogantes:
1. ¿Cuántas veces se metió Fara con el viejo cocodrilo?
2. ¿Cómo tenía los ojos el viejo cocodrilo?
3. ¿Qué le imploró Rapela al viejo cocodrilo?
4. Cuantos bueyes le ofreció el padre de Fara a Mamba en la segunda
propuesta?
5. ¿Cómo le decía el viejo cocodrilo que tenía la lengua Fara?
6. Cuantos bueyes ofreció Rapela por la liberación de Fara?
7. ¿Quiénes reunieron los cien
bueyes del acuerdo con el viejo cocodrilo para liberar a Fara?
8. ¿a quién colocaron los labriegos al frente del rebaño?
9. ¿con que parte de su cuerpo le vació los ojos el toro al cocodrilo?
10. ¿Qué propósito se hizo Fara para el resto de sus días?
Talleres De Profundización
Comprensión lectora # 2
Docente: Shirley Sayas
Nombre:
_________________________________________ grado: ___________
Caperucita
Roja
Había una vez
una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la
llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
Caperucita
Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que
atravesar el bosque para llegar a casa de la abuelita, pero no le daba miedo
porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las
ardillas...
De repente
vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde
vas, niña? - le preguntó el lobo con su voz
ronca.
- A casa de
mi abuelita - le dijo Caperucita.
- No está
lejos - pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita
puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido
-pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le
lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Mientras
tanto, el lobo se fue a casa de la abuelita, llamó suavemente a la puerta y la
anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí
había observado la llegada del lobo.
El lobo
devoró a la abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la
cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó
enseguida, toda contenta. La niña se acercó a la cama y vio que su abuela
estaba muy cambiada.
- abuelita,
abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para
verte mejor - dijo el lobo tratando de imitar la
voz de la abuela.
- abuelita,
abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para
oírte mejor - siguió diciendo el lobo.
- abuelita,
abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son
para... ¡comerte mejoooor! - y diciendo esto, el lobo
malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con
la abuelita.
Mientras
tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas
intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la
casa de la abuelita. Pidió ayuda a un serrador y los dos juntos llegaron al
lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama,
dormido de tan harto que estaba.
El cazador
sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La abuelita y Caperucita estaban
allí, ¡vivas!
Para
castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo
volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima
sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban
mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.
En cuanto
a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita
Roja había aprendido la lección. Prometió a su abuelita no hablar con ningún
desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las
juiciosas recomendaciones de su abuelita y de su Mamá.
Cuento
Popular
Contesta los siguientes interrogantes:
1.
¿Dónde vivía la abuelita de
caperucita?
2.
Los pájaros y ¿Qué otros animales
se encontraba caperucita al cruzar el bosque?
3.
¿Cómo tenía la voz el lobo?
4.
¿De qué color era el gorro de la
abuelita?
5.
¿A quién le pidió ayuda el
cazador?
6.
¿Cómo llamó el lobo a la puerta?
7.
¿Quién pensó que no estaba lejos
la casa de la abuelita de caperucita?
8.
¿Qué hizo el lobo cuando se metió
en la cama y se puso el gorro de la abuelita?
9.
¿Qué quería llevarle caperucita a
su abuelita, además de los pasteles?
10.
Caperucita y su abuelita no
sufrieron más que…
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